Mirad
bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que
brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean
contaminados; no sea que haya
algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida
vendió su primogenitura. Porque ya sabéis que aun después,
deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad
para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas. Hebreos 12:15-17.
I.-
El terrible error de no valorar las bendiciones de Dios.
En
el diccionario la palabra profano
tiene
la siguiente acepción:
Irrespetuoso o
irreverente con las cosas sagradas. Que no es sagrado ni tienen
relación con las cosas sagradas.
Esaú
era un hombre de esta naturaleza, para
él las cosas espirituales no eran importantes. La primogenitura era
solamente una cuestión religiosa de su anciano padre, “cosas para
los viejos que ya no tienen que hacer con su tiempo”. Tal era el
carácter de Esaú, por esa razón en Hebreos 12:16-17 la biblia lo
llama “profano”
Esaú
no valoró la bendición de la primogenitura.
Ahora
nos preguntamos ¿Por qué razón la escritura llama profano a Esaú?
¿Qué valor tendría dicha primogenitura cuyo desprecio por parte de
Esaú le acarreó la marca de malvado profano? Para entender mejor
la magnitud del pecado de Esaú necesitamos comprender el valor de
aquello que despreció, por esta razón hemos de detenernos un
momento en explicar el significado de la primogenitura.
-
LA DOBLE PORCIÓN DE LA HERENCIA. En nuestra cultura la primogenitura no tiene las mismas implicaciones que en la cultura oriental. Aquí la primogenitura solo significa ser el primer hijo de la familia, pero en la cultura de oriente la primogenitura contenía varios privilegios. En primer lugar al hijo primogénito le correspondía una doble porción de los bienes de su padre, es decir si un hombre tenía cuatro hijos, sus propiedades se dividían en cinco partes; de las cuales dos quintas partes eran para el hijo mayor y el resto de los hijos tomaban una quinta parte; osea que por el lado económico ser el primogénito tenía sus ventajas. Como demuestra el siguiente versículo: Mas al hijo de la aborrecida reconocerá como primogénito, para darle el doble de lo que correspondiere a cada uno de los demás; porque él es el principio de su vigor, y suyo es el derecho de la primogenitura. Deuteronomio 21:17.
-
LA CONSAGRACION AL SEÑOR. Pero además de esto, la primogenitura también conllevaba bendiciones espirituales; ser el hijo mayor significaba una consagración especial al Señor. Conságrame todo primogénito. Cualquiera que abre matriz entre los hijos de Israel, así de los hombres como de los animales, mío es. Éxodo 13:2
-
LA BENDICION DE SER HEREDERO DE LAS PROMESAS HECHAS A ABRAHAM. Sin embargo la bendición más grande en el caso de la primogenitura de Esaú era que él tenía la oportunidad de tomar la bendición de Abraham, esto es, que a través de su descendencia habría de venir el Hijo de Dios, el Salvador del mundo, aquel en cuya persona serían benditas las naciones de la tierra. Esaú tenía la oportunidad de que su nombre quedara inscrito en la palabra de Dios como un hombre de fe y de bendición. Hoy podríamos leer en la escritura acerca del Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Esaú, pero no. ¡Oh, qué horrible fue la decisión que Esaú! En lugar de ser un hombre de Dios es descrito por las escrituras como profano, irrespetuoso, irreverente, un hombre maldito; y así será recordado por toda la eternidad. ¡Ay de aquel hombre que desprecia a Jesucristo!
¿Lo
habrá pensado Esaú alguna vez? ¿Habrá meditado en lo que estaba
despreciando? ¿Habrá tenido la mínima impresión de que al
rechazar la primogenitura estaba también despreciando ser el
ascendiente del Hijo de Dios? No lo sé, pero quizá a él no le
habría importado, no en vano la biblia lo llama: Profano.
La
primogenitura era suya por derecho, pero él la menospreció.
Ahora
que lo hemos analizado comprendemos que la bendición de la
primogenitura era inmensamente valiosa; sin embargo, Esaú siendo un
hombre carnal simplemente la despreció. Cuando su ventajoso
hermano, Jacob, le pidió que le vendiera su primogenitura ¿Cuál
fue la respuesta de Esaú?
Yo
me voy a morir; ¿de qué, pues, me servirá la primogenitura?
(Génesis 25: 32).
Como
algún comentarista bíblico señaló: ¿Cree usted que de verdad
Esaú podría morir de hambre en la casa de su padre, siendo Isaac un
hombre inmensamente rico, dueño de grandes rebaños de vacas y de
ovejas? Por supuesto que no. Pero Esaú quizá estaba pensando,
“Ya hombre ni que fuera tan importante, ¿Quién quiere ser el
líder de la religión del viejo? La bendición de Abraham, gran
cosa”
Es
evidente que a Esaú no le importaba la parte espiritual de la
primogenitura; quizá la única parte que le podía interesar era la
parte económica de la primogenitura, la doble porción de la
herencia, pero pensaba que siendo el hijo preferido de su padre
seguramente le sería entregada de todas maneras, aun y cuando le
hubiera prometido dicha primogenitura a Jacob. Esaú pensaba que de
todas formas podría salirse con la suya.
Entonces
Esaú consintió la venta de su primogenitura, Jacob le pide que su
hermano le jure, y Esaú... le juró. ¿Quién en su sano juicio
juraría ceder una bendición de Dios así nada más? ¿Quién de
ustedes se atrevería a tomar el nombre de Dios en vano para jurar
que desprecia sus bendiciones? ¿Jurarían ustedes por el nombre de
Dios que habrían de vender su alma al maligno? ¿Se dan cuenta de la
terrible barbaridad que Esaú estaba cometiendo? Pero como he dicho,
Esaú representa al hombre que es meramente carnal, aquél a quien no
le importan las cosas espirituales.
II.-
El terrible error de vender el alma por un precio miserable.
Ahora
bien, algunos han considerado la conducta de Esaú y se han mofado
pensando "¿A cambio de qué vendió Esaú su
bendición? Bah, al menos lo hubiese hecho por mil
cofres repletos de monedas de oro, o por extensas
propiedades de terreno en la tierra de Canaán, o quizá
a cambio de fama y poder. ¡Qué tonto!¡Lo
perdió todo por un simple plato de lentejas!"
Yo
les pregunto ¿Por cuánto lo habrían hecho ustedes? ¿Por cuánto
habrían vendido la bendición de alcanzar la gracia de Dios a través
de Jesucristo? ¿Se le puede poner precio a esto? Sin embargo la
actitud de Esaú sigue muy en boga hoy en día. ¡Cuántas personas
prefieren vender su alma al diablo tan solo por unos momentos de fama
y poder! Hay un video circulando en internet, que trata acerca de
cantantes famosos que aseguran haber vendido su alma al diablo;
cantantes como Kat Perry, Eminem, y Bob Dylan declaran abiertamente
haber hecho un pacto con Satán a cambio de dinero y placeres, pero
en esta hora déjame decirte que ningún dinero, ningún poder sobre
la tierra vale lo suficiente para perderte por toda la eternidad.
Debes entender que todos los placeres de este mundo, todo el dinero y
la fama de esta tierra son tan valiosos como un plato de lentejas
comparados con la desgracia que significa consumirte en el lago de
fuego por toda la eternidad.
¡Oh,
cuántos hombres dejaron de alcanzar la gracia de Dios! Hombres como
John Lennon, Brian Jones o Jim Morrison hoy están ardiendo en el
infierno junto a Esaú y te aseguro que se lamentan al igual que él.
Fueron hombres ricos, cubiertos de fama y poder, pero todas esas
cosas que consideraban tan valiosas resultaron ser tan vanas como un
bocado seco de lentejas. Hoy quizá desearían volver a la tierra por
otra oportunidad pero ya nada se puede hacer, están condenados por
los siglos de los siglos.
Quizá
algunos estén pensando ahora mismo. “Menos mal que yo no he
vendido mi alma al maligno”. ¿Pero cómo puedes decir tal cosa? Tú
que con tus actos desprecias a Jesucristo al dejar para después el
momento de venir a él. ¿A cuántos hombres y mujeres se les invita
a arrepentirse de sus pecados y venir a Jesucristo, y cuántos de
ellos deciden ignorar la invitación y prefieren otras cosas? Algunos
porque aun quieren disfrutar de alguna relación marital indebida,
otros porque no desean abandonar sus negocios fraudulentos, y otros
más porque desean beberse la última gota de su juventud en sus
deseos egoístas, pero cada uno se vuelve a su propio miserable plato
de lentejas.
No
importa que jamás hayan hecho un pacto con el maligno, si ustedes
desprecian la gracia de Jesucristo, su alma ya ha sido condenada. Mira lo que dicen estos versículos.
Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Juan 3:17-18.
Y en verdad les digo que hoy
en día hay muchos hombres que pierden sus almas por unas cuantas
copas de licor, prefieren vivir en la parranda, en las juergas
rodeados de vicios y mujeres antes que venir a Jesucristo. Si esa es
tu condición, tú eres igual o peor que Esaú. De igual manera,
existen aquellos que desprecian la bendición de conocer al Bendito
Hijo de Dios porque no desean perder la simpatía de sus amigos,
consideran demasiado valiosa la compañía de ellos que no están
dispuestos a perderlos al venir a Cristo. ¿Cuántos más desprecian
la oportunidad de arrepentirse de sus pecados y caminar con Cristo
por temor al qué dirán los demás? Déjenme decirles, a quienes así
actúan, que llegará el tiempo cuando lamentarán su decisión;
llegará el día cuando condenados en las llamas eternas del lago de
fuego se mirarán a sí mismos y maldecirán su insensatez,
maldecirán el día en que fueron tan ciegos como para no aceptar la
bondadosa invitación del evangelio, entonces se preguntarán ¿Cómo
pude ser tan necio? ¿Cómo pude despreciar la gracia del perdón de
Jesucristo? ¿Cómo fui tan necio que vendí mi alma por un plato de
lentejas? Y estas palabras de exhortación les taladrarán los oídos
pero ya no habrá oportunidad.
Por
eso es que ahora os digo: Venid a Jesucristo, no lo despreciéis por
un tonto plato de lentejas. Venid, arrepentíos de vuestros pecados
antes que sea demasiado tarde.
¡Oh! si
pudiéramos echar un vistazo al lugar de los condenados, quizá
podrías ver a Esaú lamentándose:
“Este
infierno, este terrible infierno es porque vendí el alma por un
plato de lentejas”
Queridos
amigos no sufran la misma desdicha que Esaú. Hoy el evangelio esta
abierto para todo aquel que quiera acercarse a Jesucristo. Ustedes
pueden pasar de muerte a vida eterna, pero necesitan hacerlo
humillándose, y reconociendo a Jesucristo como el único Señor y
Salvador de sus vidas.
“Y
en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre debajo del
cielo dado a los hombres en que podamos ser salvos”
El
ejemplo de Esaú fue dado aquí para ilustrar el peligro para los
pecadores que rechazan a Cristo. ¿Vale la pena despreciar las
bendiciones de Dios y dejar de alcanzar la gracia a través de
Jesucristo? ¿Valió la pena para Esaú? ¿No? entonces venid a los
dulces brazos de nuestro Señor Jesucristo. Dios les bendiga.